viernes, 20 de abril de 2012

Pequeños momentos.


Puede que ya todo haya acabado.
O puede quizás que nada haya existido nunca.
También puede que nuestra realidad no sea tal, y que sea sólo un sueño.

Un sueño de esos que se tienen cuando llegas rendido a casa, te tumbas y automáticamente te sumerges en un mundo de relativa calma donde tu inconsciente toma las riendas y actúa con plena libertad.
Digo de relativa calma porque, a veces, y de forma imprevista, soñamos algo que no habíamos deseado y nos despertamos con un sobresalto y la frente llena de sudor. ¿A quién no le ha pasado esto alguna vez?
El problema es que, una vez recuperados de la pesadilla, cuando pasa el momento de mayor tensión, nos sentimos temerosos de volver a cerrar los ojos. Y es que los seres humanos siempre hemos temido todo aquello que no podemos controlar.
Quizás por ello nos asustan tanto las grandes catástrofes provocadas por la naturaleza, y quizás gracias a esto siempre hemos intentado ser más fuertes que esta. Me pregunto si este miedo ha sido lo que ha impulsado al ser humano a la evolución, a crear barreras que frenen el poder destructivo de la naturaleza.

Después de meditar esto unos instantes, me pregunto el motivo de que esté escribiendo estas reflexiones.
Sinceramente habría sido una apuesta sobre seguro inventar un relato fantasioso ; o por el contrario, podría pensar en aquella persona que ocupa un lugar especial en mi corazón y dedicarle una entrada. Demasiado tópico.
Tras evaluar mis opciones he elegido la que considero más acertada, la que más me identifica.
Por eso quizás he preferido plasmar esa pequeña reflexión, para que en estos folios quede reflejada una pequeña parte de mí.
Ya sé que en principio puede parecer una tontería, pero para mí resulta mucho más personal y característico de cada uno que simplemente escribir por escribir.
Quizás la persona que lo lea crea que simplemente son pensamientos inconexos que no le interesan a nadie, pero son parte de uno mismo.
Son esas pequeñas ideas, esos pequeños detalles que nos rondan por la cabeza durante las largas noches de vigilia en las que por más vueltas que des en la cama, el sueño no llega.
Nos es imposible dormirnos pero tampoco nos levantamos para aprovechar el tiempo en otra cosa sino que nos quedamos a solas, cara a cara con nuestros pensamientos y es cuando surgen estas preguntas.
Hay quien las define como quebraderos de cabeza o paranoias, aunque existen numerosas formas de llamarlos.
Yo prefiero pensar que son tan solo sueños.

1 comentario:

Jose Jobo dijo...

¿Sabes? Sé que estoy completamente desolado en la vida y en la no muerte cuando en esa relativa tranquilidad tengo una pesadilla y me despierto, cierro los ojos y rezo para volver a sentir miedo, porque necesito más sentimiento en esta esquina.

Me encanta la aparente sinceridad y personalidad de los escritores. Así todo, yo prefiero dedicar entradas a mis amores y desamores y odios y desodios que escribir estas paranoias que me saben a mierda (auqnue he de reconocer que también las tengo, me siento superior a todo eso, como si ya lo comprendiese y supiera darte una respuesta. Mi respuesta es: todo resulta demasiado complicado. El que entiende eso, el que quiere descubrirlo y lo hace, muere. Por eso yo de bien pequeño decidí no darle más vueltas, dejar de llorar y hacerme el cobarde para seguir viviendo, algo que por cierto me cuesta bastante. Así que, no muerto, no entendedor. Nadie vivo puede resolver ese tipo de paranoias, pero yo puedo llenarlas de mierda, lefa u odio si me las dejas para escribir), o incluso podría decantarme con un relato, pero por ahí hay tanto gilipollas que se cree que puede escribir una puta historia que me pone de mal humor hacerlo, precisamente porque yo podría resultar uno de esos assholes. Gracias.